“Observar las aves” llegó en un momento muy importante en mi vida: cuando tuve la oportunidad de verla hace ya más de un año, la historia de Lena Daerna (Bea Aaronson), una mujer que tras ser diagnosticada con Alzheimer decide grabar un documental de su deterioro, resonó con la de mi bisabuela, cuya demencia senil la hacía perderse cada día más y más. La directora Andrea Martínez Crowther, cuya propia madre desarrolló Alzheimer, crea con elegancia y belleza una oda a la vida en medio de la pérdida: decirle adiós a la existencia aún estando vivo.

A modo de falso documental, nuestra protagonista va grabando sus pasiones, deseos y todo lo que ha vivido: ella es escritora, sabe varios idiomas y ha leído un sinfín de libros, y pronto todo eso va a desaparecer. Cuando se da cuenta de que no podrá terminar la película debido a su enfermedad, llama a una directora, Andrea (interpretada por la propia Martínez Crowther), para que le ayude, y juntas construyen a dos voces una película sobre la belleza de vivir.

Este es un proceso muy personal para Martínez Crowther: en entrevistas, la directora ha dicho que la idea de la película surgió del miedo de ella a desarrollar esta enfermedad y de preguntarse qué haría si eso pasara. La respuesta fue “Observar las aves”, una exploración en la que se conjuntan sus temores y el luto con su amor por el cine. De alguna forma, ambos personajes son dos caras distintas de la propia realizadora, una lucha interna expresada a través del audiovisual y cuyo resultado es una bellísima y conmovedora pieza autoral.

La directora tiene experiencia tanto en ficción como en documental, con “Cosas insignificantes” y “Ciclo”, respectivamente. Acá mezcla ambos estilos y crea un híbrido interesante: aunque se trata de una ficción, la maestría del lenguaje documental hace el truco perfectamente convincente (cuando la vi por primera vez estaba convencido de que todo era real). Existe también una reflexión interesante sobre el quehacer cinematográfico y su capacidad para capturar lo imperceptible: el ver los micrófonos, la cámara e incluso el proceso de edición no solo agregan realismo a la historia, sino que le dan al cine mismo un papel fundamental en la película como guardián de estos recuerdos.

Además de las grabaciones de Lena, la directora usa supuesto material de archivo para simular grabaciones en super 8 de su protagonista. La edición de Martínez Crowther y el ganador del Ariel, Francisco X. Rivera (“Celeste Soledad”) es fundamental para mantener un ritmo entretenido y atrapante pese a la cotidianidad de la historia. Una escena en la alberca que intercala el nado, la naturaleza y tomas de archivo es particularmente preciosa y captura sin palabra alguna el espíritu de la película.

Por otro lado, no se puede hablar de esta película sin aplaudir el trabajo de Bea Aaronson, quien abraza el papel y nos da un personaje lleno de pasión por el mundo, una mujer llena de curiosidad que nos abre la puerta a su interior. Muy en el espíritu de la mezcla entre ficción y documental, la directora fue acomodando el personaje conforme conocía a Bea y ambas construyeron la versión final; esa colaboración se nota en pantalla ante la soltura y naturalidad con la cual la actriz interpreta a Lena.

Después de haber ganado el Premio del Público en el Festival de Los Cabos en 2019, es muy satisfactorio ver al fin “Observar las aves” en el cine. Andrea Martínez Crowther nos ha traído una obra personal que conmueve por su honestidad y pulcritud: en ella hay algo para todos los gustos. Eso sí, lleva unos pañuelos para las lágrimas, los vas a necesitar.

“Observar las aves” se estrena en cines mexicanos el 22 de septiembre.