Sangre y oro es lo que pasa cuando un fanático de Inglorious Basterds decide hacer un western con un héroe invencible como John Wick y ambientarlo a finales de la Segunda Guerra Mundial. El resultado de este filme del director Peter Thorwarth es un entretenido y bien ejecutado trabajo de acción lleno de violencia, personajes desalmados y una culposa satisfacción por verlos morir.

Heinrich (Robert Maaser) es un soldado alemán desertor al cual su pelotón deja colgado en un árbol en espera de que muera. Sin embargo, es salvado de último minuto por Elsa (Marie Hacke), quien lo lleva a la granja en la que vive junto con su hermano Paul (Simon Rupp), un joven con discapacidad. Lastimosamente, los soldados alemanes todavía siguen en el pueblo en busca de unos lingotes de oro pertenecientes a una familia judía que solía vivir en él. Cuando se enteran de que Heinrich sigue vivo, hacen hasta lo imposible por aniquilarlo de una vez por todas.

Peter Thorwarth no es ajeno al tema del nazismo, fue guionista de La ola, una película de 2008 sobre los peligros del fascismo en los jóvenes. Esta película carece de la seriedad de aquella, pero aún así tiene algunos apuntes sobre este terrible periodo y cómo estas ideologías transforman a la gente en seres crueles y despiadados. Sin embargo, en su mayoría es una sangrienta persecución en la cual nuestros héroes luchan contra una serie de personajes despiadados a los cuales les dan muertes sangrientas y despiadadas.

La tensión y la sensación de peligro se mantiene a lo largo de todo el filme: nadie está a salvo. El guion te hace encariñarse de un personaje para minutos después quitártelo en una inesperada muerte. La violencia escala progresivamente de forma que atrapa al espectador: desde ingeniosas peleas coreografiadas, hasta bazucas y disparos de tanques. La trama salta de un conflicto a otro y logra sostener el suspenso gracias a los distintos niveles de conflicto: además de la supervivencia de nuestros héroes, tenemos la búsqueda del oro y la llegada cada vez más inminente del ejército estadounidense.

Los elementos del western están bien utilizados: encuadres, música y un final lleno de disparos cruzados satisfarán a los fanáticos del género. Si bien varias partes todavía se sienten bastante televisivas, sobre todo algunas tomas subjetivas con un viñeteado extraño y unos flashbacks al inicio, el resultado final cuenta con suficiente dinamismo y emula lo suficientemente bien el estilo deseado como para no sacar al espectador de la historia.

Sangre y oro no revoluciona el género, pero cuenta con suficientes giros y acción como para mantener al espectador más que entretenido durante toda su duración. Su violencia y agresividad no son fáciles de ver, pero quienes se queden hasta el final pasarán un buen rato viendo a nazis morir.

“Sangre y oro” está disponible en Netflix.

Imagen de portada cortesía de Netflix.