El duelo es y seguirá siendo un tema recurrente en el cine, pues el medio es un conducto idóneo para buscar comprensión y explorar sus complejidades. Hemos visto el desarrollo de este tema en tantos tipos de historias —desde macabras fantasías hasta relatos millenials— que puede ser difícil encontrar películas con enfoques originales para hacerlo. Es por ello que se agradece el esfuerzo del director belga Domien Huyghe por contarnos, en su largometraje debut “Sea Sparkle” (Zeevonk), una historia de pérdida que utiliza la metáfora de un monstruo para plasmar el dolor de una adolescente intentando asimilar algo incomprensible.

En los primeros minutos, Huyghe se dedica a establecer el fuerte lazo que existe entre Lena (Saar Rogiers) y su padre Antoine (Valentijn Dhaenens), un pescador amante del mar que le heredó a su hija su personalidad temeraria y persistente. Prácticamente sin aviso, la película corta al funeral de Antoine y sus dos mejores amigos, quienes murieron en el mar bajo misteriosas circunstancias. Algunos dicen que el accidente fue culpa de Antoine, pero Lena está segura de que todo fue obra de un monstruo y va a luchar por probarlo.

Mientras su hermano Jules (Thibaud Dooms) intenta sobrellevar su dolor a través de la música, Lena se refugia en el constructo del monstruo. Aunque esto es claramente metafórico, en un principio es difícil comprar la idea de que una puberta de verdad crea en tal cosa y eso provoca una ligera desconexión con la película, en particular porque sus elementos de fantasía, mismos que Huygue utiliza para sembrar dudas en el espectador, son poco convincentes.

Sin embargo, conforme la película avanza y el dolor de Lena se acrecenta, estas dificultades narrativas se disipan para dar lugar a una construcción liosa y auténtica del duelo por el que atraviesa la joven. Entre rumores y problemas de comunicación, comienzan las peleas con compañeros, familia y su mejor amiga, Kaz (Dunia Elwaleed), quien también perdió a su padre en el accidente y está asimilando las cosas de manera muy distinta a la de Lena. 

La hostilidad es también resultado de la frustración de no ser escuchada, pues nadie la apoya en su misión de probar la existencia del monstruo. Solo Vincent (Sverre Rous), un excéntrico joven amante de la vida marina, parece tomarla en serio, y es a través de su emergente amistad que Lena encuentra cierta comprensión, pero también el impulso para seguir creyendo en su propia verdad, factor que no le permite llegar a la aceptación.

Al guion, escrito por Wendy Huyghe (hermana del director) y Jean-Claude van Rijckeghem, le hace falta una pulida, pues ciertos elementos y obstáculos en el camino de Lena, como el ataque verbal de un compañero o una persecución en el muelle, aparecen y desaparecen de manera inorgánica. No obstante, la escritura brilla en los momentos íntimos, cuando Lena se pelea con su madre o intenta verbalizar sus sentimientos frente a Kaz, personaje que llega a opacar al de Lena debido a la excelente y sensible actuación de Dunia Elwaleed.

“Sea Sparkle” es un apapacho y un susurro cálido que retrata, con gran calidez y chispazos de creatividad, los diferentes mecanismos que utiliza la juventud para asimilar una pérdida. Huyghe entiende que la comunicación y la amistad son elementos clave en este duro y caótico proceso, y los utiliza para construir una historia que si bien es imperfecta, apela a audiencias jóvenes, invita a la conversación y acepta que cada individuo tiene su propia manera de lidiar con el dolor. 

“Sea Sparkle” tuvo su estreno mundial en la sección Generation Kplus del Festival de Cine de Berlín 2023.

Foto de portada cortesía de THE PR FACTORY.