El terror no solo sirve para provocar sustos, sino también permite usar mitos, costumbres o creencias propias de un pueblo y usarlas como metáforas de temas socioculturales importantes. Algunos ejemplos latinoamericanos recientes son Huesera y La llorona, dos trabajos poderosos que utilizan lo sobrenatural para contextos muy específicos. Brujería, del director Christopher Murray, sigue esta misma línea y nos presenta una oscura fantasía con elementos del pueblo huilliche.
Tras el brutal asesinato de su padre a manos de colonos alemanes, Rosa (Valentina Véliz Caileo) es enviada con Mateo (Daniel Antivilo), quien la inicia en el mundo de la brujería para conseguir justicia.
El guion usa como excusa una historia de venganza para crear una especie de coming of age tétrico que tiene como telón de fondo la crueldad e injusticias derivadas de la colonización europea de Chiloé. Basada en la Recta Provincia (un grupo de brujos de Chiloé que sí existió en la vida real), la película utiliza la magia como un símbolo de las tradiciones y la cultura de los pueblos originarios, y cómo su preservación es un acto de resistencia ante las imposiciones hegemónicas europeas.
Desde hechizos que transforman a la gente en animales hasta maldiciones provocadas por objetos embrujados, la magia es tratada con mucha naturalidad, nunca se siente como algo ajeno o extraño, sino como una forma de concebir el mundo por parte de los huilliches. La solemnidad con la cual son grabados estos actos contrasta con la hipocresía cristiana mostrada por los colonos, quienes rezan devotamente pero no dudan darle un tratamiento infrahumano a los pobladores originales de Chiloé.
Valentina Véliz Caileo entrega un debut actoral sólido. Además de los retos más obvios del papel, como hablar tres idiomas distintos de forma fluida, su verdadero éxito es en lo contenida y sutil que es su interpretación. Su curiosidad e ira se muestran en pequeños gestos que convierten sus verdaderas intenciones en un enigma para el espectador y encajan muy bien con lo ambiguo de la narrativa. La magia para su personaje es tan desconocida como para el espectador y Véliz Caileo logra convertirse en esos ojos a través de los cuales nos asombramos ante los misterios mostrados.
Murray construye una atmósfera tétrica, envolvente y enigmática gracias a su ritmo pausado y un gran detalle en la construcción de los rituales. La fotografía de María Secco crea encuadres preciosos, sobre todo aquellos en los que el fuego está presente; este elemento, tantas veces relacionado como herramienta para intimidar a las brujas, acá es un símbolo de despertar y poder necesario para activar su magia. De igual forma, el diseño de producción de Bernardita Baeza y el vestuario de Tatiana Pimentel son fundamentales para hacer creíble la historia.
El compositor Leonardo Heiblum suma con Brujería otra música enigmática y atrapante a su vasta filmografía, que comprende películas como Los reyes del mundo, Pájaros de verano y Noche de fuego. El score etéreo aparece en las partes necesarias para contribuir al aura mágica y oscura de la película sin nunca tomar protagonismo por sobre la narrativa; por el contrario, ayuda a que las imágenes adquieran un tono aún más fantástico o siniestro, según sea el caso.
Brujería es una película de terror que se cuece lento, pero cuyo efecto y enigmas están hechos para sumergir a quienes logren acoplarse a su ritmo. Los horrores del colonialismo y las injusticias que hasta el día de hoy viven los pueblos indígenas son retratadas con mucho respeto y sensibilidad en una historia llena de misterios y con una gran ambientación.
“Brujería” está disponible en Prime Video.