Tan provocadora como su título lo sugiere, “Bad Luck Banging or Loony Porn” (o “Cogida Caótica o Porno Loco” en español), del director rumano Radu Jude, es una película que juega con el humor y lo inesperado para criticar de forma ingeniosa la hipocresía de una sociedad hambrienta por encontrar culpables: nos recuerda el poder de la comedia como herramienta para hacer reflexionar al espectador, mediante carcajadas y sorpresas, no sólo sobre la doble moral colectiva, sino sobre la intolerancia propia que a veces uno oculta bajo la máscara de “buenas costumbres”.

Alguna vez en una clase de cine, un maestro me dijo que comenzar una película con una escena de sexo explícita no era algo realmente atrevido y transgresor, sino un recurso fácil para impactar a la audiencia con algo inesperado. En la mayoría de casos diría que mi maestro tiene razón, salvo cuando dicha escena provoca risas, incomodidad y ya dura tanto que te hace preguntarte qué la vuelve tan molesta. ¿Por qué es aceptable una escena pornográfica vista desde computadoras y celulares, pero no en una sala de cine en una película “de verdad”? Las risas incómodas se convierten en silencio, y el silencio da paso a la reflexión. Ese es el efecto que el filme de Radu Jude, ganador del Oso de Oro en el último Festival de Berlín, tiene en la audiencia.

Contada en tres partes con estilos completamente distintos, la película nos muestra la historia de Emilia (Katia Pascariu), una maestra ejemplar y admirada cuya carrera se ve amenazada cuando una cinta sexual con su esposo es filtrada en internet. Ahora, la profesora tendrá que enfrentarse a los furiosos padres de familia, quienes buscan despedirla en un intento por salvar la reputación de la escuela y proteger a sus hijos de la inmoralidad.

Mediante una gran variedad de recursos, Jude nos va revelando poco a poco cómo la gente oculta su intolerancia y enojo mediante construcciones sociales aparentemente civilizadas, y cómo cualquier cosa fuera de la norma es la excusa perfecta para dar rienda suelta a sus peores impulsos. 

Un gran ejemplo de esto es el primer acto, grabado con un estilo documental en el que no se pretende ocultar a la gente que regresa a ver a la cámara, más bien se la resalta, generando un sentimiento de incomodidad acentuado por el hecho de que todo se grabó en medio de la pandemia por COVID: personas con cubrebocas miran con odio hacia la pantalla, a veces incluso la insultan, por el hecho de interrumpirlas en su cotidianidad. 

Esta doble provocación (tanto en las personas en pantalla al grabarlas en su día a día, y en el espectador al transportarlo de la aparentemente segura sala de cine a una realidad de la cual tal vez pretende escapar) marca el tono del resto de la cinta, en la que lo cómico no es la desgracia de la protagonista, sino lo evidentemente ridículo de toda la situación: el enojo injustificado hacia alguien que sólo se limita a existir.

El resultado es una película muy rica que demuestra no sólo un gran dominio de la técnica y de distintos géneros cinematográficos, sino una que tiene un discurso bastante bien argumentado sobre la intolerancia enmascarada como moral y valores familiares: una crítica fina, universal e incómoda en el mejor de los sentidos, pues nos hace vernos reflejados en ella.

Revelar más de “Bad Luck Banging or Loony Porn” sería arruinar sus muchas y gratas sorpresas. Radu Jude nos ha traído uno de los mejores trabajos cinematográficos del año y logra algo muy difícil en el proceso: ponerte frente a un espejo, hacerte quedar en ridículo y sacarte varias carcajadas en el proceso.

Bad Luck Banging or Loony Porn” ganó el Oso de Oro en Berlinale 2021, es la selección de Rumania para el Oscar 2022 y formó parte del Black Canvas Fest 2021 en Ciudad de México.