Los 2000 nos trajeron una oleada de romances trágicos adaptados de novelas de Nicholas Sparks: “A Walk to Remember”, “The Notebook”, “Dear John”, “The Last Song”, entre otros. A ellos le siguió otro grupo de amoríos entre adolescentes que no pueden estar juntos: “Bajo la misma estrella”, “If I Stay”, “Everything, Everything”, “Midnight Sun”, “Every Day”, por mencionar algunos. “Entre la vida y la muerte”, del director Arie Posin se suma a esta lista: una película que no es la peor del grupo, pero dista mucho de ser la mejor.
Tessa (Joey King) trata de lidiar con la muerte de su novio, Skylar (Kyle Allen), quien falleció en un trágico accidente en el cual estaban ambos. En medio del luto, ella empieza a creer que él trata de comunicarse desde el más allá, y hará hasta lo imposible para verlo otra vez.
Tras la terrible trilogía de “The Kissing Booth”, Joey King da vida a uno de los personajes más pretenciosos de las historias para jóvenes adultos: una cuyo pasatiempo es la fotografía análoga en blanco, ama ir a ver películas clásicas restauradas en un cine retro y dice líneas como “Si pudiera leer el Infierno de Dante en italiano, mi vida estaría completa”; sin embargo, dentro de esta colección de clichés de otras historias, King encuentra momentos de honestidad: un monólogo en el cual la protagonista cuenta el dolor de perder a alguien es particularmente conmovedor. Esperemos que pronto encuentre un proyecto a la altura de su talento.
Por su parte, Skylar es el chico guapo, carismático y casi perfecto cuya principal tarea es tener buena química con Tessa, una tarea que Kyle Allen (“Amor sin barreras”) cumple a la perfección. Después de tantas relaciones tóxicas recientes, como la saga de “After”, es refrescante ver un romance tierno y a ratos cursi en el que dos personas buscan el crecimiento mutuo.
Esta película trata de ser el “Ghost” para adolescentes de esta generación (hasta hay un par de escenas en las cuales sale el póster de dicho clásico); sin embargo, a diferencia de la ganadora del Oscar a Mejor Guion Original, que mezclaba múltiples géneros y subtramas de manera entretenida y fluida, “Entre la vida y la muerte” no siempre sabe balancear bien los elementos más allá del romance. Algo en lo que sí se parece a “Ghost” es en su uso de los personajes afroamericanos como simples ayudantes del autodescubrimiento de la protagonista blanca.
Dejando de lado su atropellado inicio y unos risibles efectos especiales de fantasma, el mayor defecto de este trabajo es su banda sonora: esta película no sólo le teme a los silencios, sino que los llena con decisiones muy extrañas cuyo dramatismo hace ridículas a secuencias que pudieron funcionar muy bien sin música. En una escena, por ejemplo, la protagonista se levanta tras el accidente, confundida y triste, es un momento en el cual la duda de que Skylar la está contactando del más allá apenas se asoma, pero la música nos hace creer que estamos en una tenebrosa historia de terror y le quita cualquier seriedad a la situación.
Pese a esto, si uno tiene claras sus expectativas, “Entre la vida y la muerte” es un trabajo que satisfará a los amantes del género, aunque se sienta algo anticuada. Tal vez no sea innovadora y tenga varios defectos, pero quienes estén dispuestos a pasar un buen rato sin pensar mucho probablemente la disfruten, aunque la olviden al poco tiempo de haberla visto.
“Entre la vida y la muerte” ya está disponible en Netflix.