Cuando uno es adolescente nuestros problemas y vidas son lo único que importa en el mundo: la escuela, los amigos, la diversión y la persona amada lo son todo y no hay espacio para nada más. Sobre esos días de ensueño trata la película más reciente del director Paul Thomas Anderson, “Licorice Pizza”, una cinta enfocada en la juventud, las experiencias y amores forjando nuestra personalidad, con sus idas, venidas y vueltas.
“Licorice Pizza” nos cuenta la historia de Gary Valentine (interpretado por Cooper Hoffman, hijo del fallecido actor Phillip Seymour Hoffman, actor fetiche de PTA) quien es un joven actor y emprendedor de quince años; un día Gary conoce a Alana Kane (Alana Haim), una chica de veinticinco años buscando su lugar en el mundo. A partir de ese momento la película se convierte en un relato sobre los encuentros y desencuentros amorosos de ambos personajes quienes buscan constantemente su propósito en la vida y en el cambiante Valle de San Fernando de los años 70.
El apartado más fuerte de la película son las brillantes interpretaciones de Cooper y Alana. Ambos son perfectos en sus respectivos papeles y tienen una química increíble en pantalla; desde su primera conversación (un plano secuencia espectacularmente dirigido con la cámara invisible tan característica del cine de Paul Thomas Anderson) uno puede sentir el chispazo entre ambos jóvenes y el resto del metraje se convierte en verlos interactuando el uno al otro. Como espectador uno se siente en sintonía con ellos, son agradables y divertidos de ver mientras que el elenco de reparto construye un mundo complejo e interesante alrededor de ellos. La recreación histórica del diseño de producción, los sets y las locaciones también es bastante impresionante pues demuestra todo el exhaustivo trabajo detrás de la cinta.
El guion, usualmente un punto fuerte en las películas del director, es problemático. Para empezar se nos establece en un inicio el interés y amor de Gary por Alana, pero después, en varios momentos de la cinta, vemos cómo éste le coquetea a muchísimas otras mujeres mostrando una personalidad más galante y contradiciendo esa dulzura y romanticismo original del personaje mientras crea problemas evitables pero “necesarios” para seguir avanzando la película. Por otro lado, el personaje de Alana es sexualizado de manera constante y visto por el resto de los personajes masculinos (todos hombres duplicándole la edad) como un pedazo de carne solamente y eso, fuera de ser divertido como la cinta quiere proponer, se vuelve incómodo. También hay constantes burlas y estereotipos agresivos contra la comunidad asiática o la LGBTQ+ que, entiendo, eran frecuentes para la época en dónde nos sitúa el director pero no necesariamente es bueno replicarlos y terminan sintiéndose innecesarios pues dichos segmentos nunca adquieren relevancia.
La propia estructura de la película es algo problemática pues Anderson crea un Slice of life, un momento específico en la vida de sus protagonistas y lo alarga en episodios, algunos más entretenidos o divertidos, pero sin llevarnos a ningún lado más que a la conclusión inevitable de sus protagonistas amándose.
“Licorice Pizza” es la película, temáticamente, más accesible de su director pero también es una con múltiples deficiencias. Sus personajes son interesantes y uno como espectador se enamora de ellos desde el primer instante; la dirección de Anderson, su fotografía y el resto de sus apartados técnicos demuestran que estamos ante un maestro conocedor de su oficio como director, sin embargo el guion no es perfecto y falla en su propósito de mostrarnos el idílico romance entre nuestros dos protagonistas. Sin duda es una cinta que puedes amar u odiar al instante; tiene momentos de verdad enternecedores, toda la primera parte es alegría pura, pero algunos episodios son aburridos o bastante problemáticos.
“Licorice Pizza” ya se encuentra disponible en cines mexicanos.