Pese a tener más de un milenio de antigüedad, la historia de Medea sigue fascinando. Una mujer extranjera que, al verse abandonada por su esposo y la comunidad en la cual buscó refugio, comete el más terrible de los actos: mata a sus dos hijos. Aunque en su origen reflejaba el miedo a la feminidad y al extranjero, el mito ha sido reevaluado en la modernidad por múltiples autores. En su más reciente película, “Saint Omer”, la directora Alice Diop lo usa para explorar las complejidades de la maternidad y la migración en la actualidad.

Rama (Kayije Kagame) es una escritora de ascendencia senegalesa, quien se enfrenta a un dilema: está embarazada pero teme repetir las actitudes de su madre. En medio de esta confusión acude a un juicio para escribir su siguiente libro: la acusada es Laurence (Guslagie Malanda), una migrante senegalesa que ha asesinado a su hija de 15 meses y alega haber sido víctima de brujería. Ante los ojos de todos es un monstruo, pero el proceso revelará muchas verdades inesperadas.

La inspiración para la historia viene de un juicio real en Saint Omer, al cual la directora asistió tal y como hace Rama en la película. Como si de una tragedia griega se tratase, gran parte de la cinta consiste en una puesta en escena sencilla: la corte como escenario, los jueces y el jurado como cuestionadores de por qué la mujer cometió el delito, Rama como espectadora y Laurence como la acusada que se defiende en largos y sostenidos monólogos. 

Diop evita la monotonía gracias al trabajo de fotografía de la excelente Claire Mathon (“Retrato de una mujer en llamas”, “Spencer”), quien aumenta la tensión con tomas ininterrumpidas, y a la actuación de Malanda, la cual permanece completamente estática e imponente durante las extensas confesiones, pero cuyas expresiones y voz van revelando las motivaciones y circunstancias que la llevaron a cometer un acto tan atroz.

Diop no es sutil en su referencia a Medea (incluso llega a mostrar escenas de la película del mismo nombre de Pier Paolo Pasolini), pero la comparación va mucho más allá de lo obvio, tanto en forma como en temática. En cuanto a la técnica, por ejemplo, además de la ambientación que recuerda a las obras de dicha época, la propia directora ha admitido que la elección de la música fue debido a su parecido con el de un coro griego, elemento fundamental de las tragedias.

Temáticamente el mito de Medea es perfecto para contextualizar la xenofobia a la cual se vio sometida esta mujer que viajó de Senegal a Francia en busca de un futuro mejor, mientras que la estructura permite revelarla de manera orgánica: muchos se asombran de su manera fluida de hablar, como si esto fuera raro en una estudiante universitaria de filosofía, o cuestionan su elección de estudiar a pensadores europeos en lugar de africanos. Así como la mujer del relato griego, esta chica dejó su hogar solo para ser abandonada por una sociedad que se avergüenza de su presencia, que la lleva al aislamiento pero luego la culpa por su locura.

La estructura del guion es bastante curiosa, pues Rama es en el sentido dramático nuestra protagonista, ya que es quien tiene un conflicto y cuyo arco evoluciona a partir del juicio, pero su tiempo en pantalla es mucho menor al de su motivación para reflexionar; también su presencia es menos fuerte en comparación con la de Laurence. Sin embargo, su inclusión es clave para hablar de cómo romper un ciclo de maternidades heridas, de mujeres cuyo dolor a partir de la migración y de las presiones por ser madres es transmitido a sus hijas en un círculo vicioso que parece no tener fin. Rama representa la esperanza carente en las tragedias griegas, un personaje capaz de salirse del escenario y realmente aprender más allá de los designios aparentemente inexorables de un destino determinado por el machismo y la hostilidad al extranjero.

“Saint Omer” es un gran trabajo cuyo impacto crece más una vez terminados los créditos. Hila de forma sutil pero precisa sus distintos temas y no proporciona respuestas fáciles. Definitivamente es complicado de asimilar en primera instancia, pero una vez que se instale en tu mente, será imposible dejarlo ir.

“Saint Omer” es finalista al Oscar 2023 a Mejor Película Internacional en representación de Francia.