Luego de 25 años, los Looney Tunes regresan a jugar baloncesto, ya no con Michael Jordan como el MVP, sino con Lebron James. Y aunque la idea tenía potencial, “Space Jam: Una nueva era” de Malcolm D. Lee se diluye por priorizar la publicidad de la marca Warner Bros., y ser un producto pretencioso a nivel visual y muy pobre a nivel narrativo. 

En esta secuela, regresa el Escuadrón Tune para ayudar a Lebron James contra Al G. Rhythm (Don Cheadle), un algoritmo maligno de los estudios de Warner Bros., quien lo reta a un juego de básquetbol para salvar a su hijo (Cedric Joe).

La estructura de la historia es idéntica a la primera cinta: el comienzo es el mismo, donde se presenta al protagonista desde pequeño y luego se retrata su ascenso con una animación inspiradora; se conoce al antagonista, quien tiene como objetivo expandir su poder y para ello, curiosamente, rapta al mejor jugador de baloncesto del momento; se plantea el conflicto y lo que está en juego, pero en esta ocasión no vemos la preparación de los personajes para enfrentar el partido, sino un conveniente viaje por el universo de la marca Warner para reclutar a los Looney Tunes, y en el camino encontrar mil y una referencias hacinadas para llenarle el ojo al espectador y sí, generar una baratísima nostalgia, y ¿por qué “baratísima”? porque no hay sutileza, más bien se restriega.

Decía Alfred Hitchcock que algo más importante que la lógica, es la imaginación y tenía toda la razón, pero esa aseveración encuentra su coyuntura cuando la imaginación se confunde con las ganas desenfrenadas y ridículas de querer generar billetes (y esto podría aplicar para muchas producciones multimillonarias actuales). Todas las referencias y los pequeños cameos de los personajes y conceptos de la marca creada por los hermanos Jack, Albert, Samuel y Harris Warner, embelesan cualquier ojo, desde el adulto hasta el joven, sin embargo, este aspecto opaca y nos hace olvidar, casi por completo, lo que sucede en primer plano, y además, realmente no es algo importante. Es más interesante el decorado que el propio pastel, y eso es un gran problema. 

Lebron James, el elegido de esta nueva película, si bien actúa mejor que Michael Jordan, no es Michael Jordan. El carisma y la prominencia brillan por su ausencia en el personaje. Jordan, en cada frase dicha y acción hecha en la película de 1996, demostraba su sencillez y pasión por el deporte (para muestra la serie documental “El último baile” de Netflix), sin embargo, James no logra transmitir la autenticidad, ni la honestidad de la ex figura de los Chicago Bulls. 

Apenas lo mejor de la película son los integrantes de los Looney Tunes, quienes con su elocuencia y personalidad, logran que la atención no merme. Son explotados y manejados con detalle, y por ellos vale la pena el costo del boleto. La cinta necesitaba más Looney Tunes y menos Lebron James, o mejor dicho, menos actores de carne y hueso, como sea que eso hubiera resultado.     

“Space Jam: Una nueva era” es un grandilocuente producto, con muy buenas dosis de entretenimiento, pero sin corazón. Su apuesta va hacia la espectacularidad y lo visual, con lo cual cumple bastante bien, sin embargo, su pobreza narrativa al borde de la aburrición y el desinterés, así como su inagotable publicidad, hacen que no tenga sentido alguno, si es que  pretendía tener tan siquiera una pizca.  

“Space Jam: Una nueva era” se encuentra disponible en cines y próximamente en HBO Max