No importa si es la despedida de un amado superhéroe, un thriller inspirado en la obra de Agatha Christie o el biopic de una legendaria estrella musical, para James Mangold no importa el género o la magnitud de la misión, tampoco importa lo diferentes que puedan llegar a ser sus proyectos entre sí, pues el resultado siempre es uno con calidad y coherente con la tarea en mano. Esto incluye traer de vuelta al popular arqueólogo aventurero que Steven Spielberg y George Lucas hicieron famoso en los años 80. Indiana Jones y el Dial del Destino es exactamente lo que tiene que ser una película de Indy: aventura, persecuciones, atractivas locaciones, John Williams, temibles villanos y, por supuesto, datos nerd de historia.

La película abre con una emocionante secuencia durante los últimos momentos de la Segunda Guerra Mundial. Indiana Jones (Harrison Ford, rejuvenecido con la tecnología) y su compañero Bas (Toby Jones) se abren camino por un tren lleno de nazis para rescatar una histórica reliquia, pero aquí se topan con la existencia del dial de Arquímedes, un mítico artefacto que podría ser la clave para viajar en el tiempo, y que también es deseado por Jürgen Voller (Mads Mikkelsen), un astuto astrofísico nazi.

Veinticinco años después nos encontramos con un Indy cansado, divorciado, en duelo y al borde del retiro. Pero su ahijada Helena Shaw (Phoebe Waller-Bridge) aparece súbitamente para obligarlo a embarcarse en una peligrosa aventura para encontrar el dial completo antes que Voller. 

Aunque en primera instancia las palabras “viaje en el tiempo” puedan parecer exageradas y hasta arriesgadas, el concepto del tiempo es muy importante en el desarrollo de nuestro protagonista. Durante toda su carrera, Indiana Jones ha luchado por proteger la historia y ahora se debe enfrentar contra un hombre obsesionado con regresar en el tiempo para cambiar la historia. Pero eso no es todo. Parece que el tiempo dejó atrás a Indy, pues es 1969 y el mundo está fascinado con las estrellas y la llegada a la Luna; los estudiantes tienen poco interés en reliquias y fósiles, mientras que su propia ahijada es experta en el tema pero no respeta la historia, sino que la explota con propósitos puramente capitalistas. Tal vez esta nueva aventura también es una oportunidad para probarse a sí mismo que el tiempo no lo dejó atrás, para probar que sus valores y amor por la historia siguen siendo importantes.

Todo esto desemboca en un tercer acto que además de tener muchas agallas, es diferente a lo que hemos visto del personaje en entregas anteriores y genera un sorprendente impacto emocional, resultado del desarrollo de las ideas anteriormente explicadas. Sin embargo, este impacto pudo haber sido más potente y memorable si el guion de Mangold, Jez Butterworth, John-Henry Butterworth y David Koepp nos hubiera permitido reflexionar más sobre el aspecto emocional de Indy a lo largo de Dial del Destino.

Pero Harrison Ford explota al máximo lo que el guion le da. Tiene la energía de siempre en los momentos más aventureros y su timing cómico al entregar one-liners es impecable (“Usted es alemán, no puede ser gracioso” me mató de risa), pero también le brinda gran emotividad a sus momentos más humanos, cuando reacciona ―aunque sea un segundo― a la muerte de un amigo, cuando se emociona por un descubrimiento o cuando choca con la ideología de su ahijada.

La magnífica Phoebe Waller-Bridge (Fleabag) le da una vibra enérgica, juguetona y un poco diabólica a la película, mientras que el joven Ethann Isidore hace un destacado trabajo en un rol que recuerda al Short Round de Temple of Doom. Mads Mikkelsen (Another Round) es exquisitamente malvado como Voller y, con ayuda de Boyd Holbrook (Logan), le da un aura de peligro a todas sus escenas pues su inmisericordia es evidente.

Y, por supuesto, la aventura es el elemento más gozoso de Indiana Jones y el Dial del Destino. Tal vez las escenas de acción no tengan la espectacularidad lograda por Spielberg y su equipo técnico, pero Mangold comprende qué hace tan especial a Indiana Jones y plasma ese espíritu en la película: aunque tiene efectos visuales de “rejuvenecimiento” imperfectos, la secuencia del tren es feroz y cautivadora; la persecución por las calles de Tánger es muy divertida; es satisfactorio ver a decenas de nazis recibiendo su merecido; y el amor por la historia está siempre presente. Todo acompañado por la genialidad musical del inmortal John Williams.

James Mangold no vuelve a capturar la magia de Steven Spielberg, pero su Indiana Jones está llena de vida, tiene muchas agallas y no solo comprende al personaje del cuál se está despidiendo, sino que además le otorga un arco emotivo y coherente con el objetivo del filme. Esta es una película que celebra, con emoción, nostalgia y corazón, a uno de los personajes más icónicos de la historia del cine.

“Indiana Jones y el Dial del Destino” ya está disponible en cines. Imagen de portada cortesía de Disney.