En “Los Lobos”, el director Samuel Kishi, impregna un sentimentalismo funcional basado en sus personajes infantiles y en la construcción de una narrativa llena de idealizaciones que topan con pared. Esta cinta mexicana llegó para quedarse como una de las más provocativas a nivel emocional de los últimos años.
Lucía (Martha Reyes Arias), una madre joven y soltera, decide viajar de México a Albuquerque, Estados Unidos, junto a sus dos pequeños hijos, Max (Maximiliano Nájar Márquez) y Leo (Leonardo Nájar Márquez), de 8 y 5 años respectivamente. Ella les hace la promesa de ir a Disneylandia, con tal que entiendan su situación: vivir en una casa sin servicios básicos, esperar todo el día a que ella llegue de trabajar, etc.
Uno de los logros más potentes de “Los Lobos” es la mirada de la migración a través de los ojos de unos niños inocentes y honestos, sin nunca perder de vista lo intuitivos e inteligentes que pueden ser al notar lo que enfrentan. Los menores no sólo le dan una esencia tierna y soñadora a la historia, sino también un motivo de ser. Esto hace que la cinta sea muy conmovedora.

Los sentimientos son el núcleo central de esta linda película, que para bien o para mal, se queda en eso, en lo lindo. Kishi decide tomar pocos riesgos, ya que si los tomaba, su cinta podría no funcionar como lo hace. Al director no le interesa explotar la politización americana con respecto a los enjaulamientos y deportaciones; de hacerlo, sin duda reestructuraría el nivel dramático y el objetivo de la cinta. El rumbo dicta apariencias a historias como “The Florida Project” de Sean Baker o “Guten Tag, Ramón” de Jorge Ramírez Suárez.
La música y retratos a personas totalmente ajenas a la cinta favorecen la emoción que la narrativa busca generar incansablemente. Los valores familiares, los cuales le dan nombre a la cinta, de unión y apoyo son retratados cuando vemos a los niños convivir en cautiverio y en la visión del mundo plasmada a través de abstractos dibujos pintados en paredes ajenas.
El fondo, si bien es limitado, está diseñado para darle ritmo y continuidad a la narrativa y desmentir idealizaciones de Disneylandia como la ferviente proeza de felicidad, cuando en realidad, sólo es un arma económica y cumbre del mercantilismo hueco; el sistema económico condena a los ciudadanos a sobrevivir, así como fomenta el pensamiento de estabilidad, y sin embargo, esto sólo es una ilusión reconfortante.
Así como la única preocupación de los niños es jugar y gastar el tiempo hasta poder cumplir su sueño, una de las pocas preocupaciones de “Los Lobos” es retratar tiernamente el difícil pasaje del sueño americano. A pesar de su ligereza, le da tiempo a la construcción emocional de sus protagonistas y eso la convierte en un producto conmovedor y atractivo.
“Los Lobos” ya está disponible en cines mexicanos.