¿Qué tan desquiciada puede ser una película sin perder su enfoque? ¿Hasta qué punto de la absurdidad se puede llegar en 95 minutos? Masashi Yamamoto cruza líneas para explorar la respuesta a estas preguntas en su nueva comedia “Wonderful Paradise”.

La historia se centra alrededor de la familia Sasaya y su inminente mudanza de su mansión a las afueras de Tokyo. El padre Shuji (Seiki Ito) intenta ver el álbum familiar a escondidas, el hijo Yuta (Soran Tamoto) charla con el vagabundo local y la hija Akane (Miyu Ogawa) toma fotos del recuerdo; es ella quien expresa abiertamente disgusto hacia su padre, quien entre otras cosas, metió a la familia en una deuda y los obligó a cambiar de residencia. 

Para despedirse y en un acto de rebeldía, Akane postea en Twitter una invitación a la casa para hacer una gran fiesta. Y así, familia, amigos y completos desconocidos comienzan a llegar en hordas, creando situaciones y escenarios incrementalmente absurdos dentro y fuera de la casa. 

No estoy usando la palabra “absurdo” de manera fortuita. A lo largo de “Wonderful Paradise” vemos vómito proyectil, un matrimonio, borracheras, un niño convirtiéndose en una rama, personas muriendo y reviviendo, un gato parlanchín, un par de cosechadores de marihuana, un grano de café que respira, espíritus, una escena musical tipo Bollywood, yakuza y mucho sexo. Todo esto ocurre antes de que comience el consumo de drogas. Y sí, las cosas se ponen más extrañas hasta culminar con un literal clímax. Es una experiencia psicodélica y un viaje ácido que mantiene tu atención gracias a la hilarante y perturbadora aleatoriedad de sus hechos.

Entre toda esta locura, Yamamoto hace un estudio de relaciones familiares rotas. Tenemos a un padre gruñón que se aleja de la fiesta para recluirse en su enojo. Es una representación de masculinidad clásica, pues Shuji es incapaz de expresar apreció hacia sus hijos o de mostrar emoción alguna.  En la soledad lo encontramos añorando los tiempos de unión que vivió en familia, pero no permite mostrarse vulnerable ante Akane. Estos deseos también se manifiestan en forma de odio perpetuo hacia Akiko (Kaho Minami), quien probablemente haya fomentado la destrucción de la familia con su infidelidad. Recurre a apostar porque está desesperado por recuperar el dinero que cree le devolverá el amor y respeto de sus hijos.

Akane organiza una fiesta como último acto de rebeldía en contra de su padre y además, se rehúsa a reconocer como madre a Akiko; la traición de su partida es demasiado para la joven, quien pone una máscara de hostilidad hacia su familia, misma que desaparece frente a desconocidos. Caso contrario es el de Yuta, quien se aferra a su madre e intenta alejarse de la locura; tiene problemas para socializar y en la cafetería espontánea encuentra tranquilidad y hasta una increíble oportunidad de trabajo: tal vez con eso logre la aprobación de sus padres.

Este experimental estudio familiar se pierde fácilmente entre las surreales ocurrencias en escena. Muchos chistes parecen un producto de la aleatoriedad y no están conectados con la narrativa en turno; son graciosos e incluso asombrosos, pero tal vez innecesarios. Sin embargo, aun con un mensaje borroso, “Wonderful Paradise” provee entretenimiento de inicio a fin. La audacia impresiona y el entretejido de escenarios desquiciados funciona como espectáculo cómico y audiovisual. Aunque no es para todo tipo de audiencias, es un absurdo con cualidades hipnóticas: lo tienes que ver para creer.

“Wonderful Paradise” tuvo su premiere norteamericana en el Fantasia International Film Festival 2021.