La constante y ferviente crítica hacia la uniformidad de los productos de Marvel se ha hecho cada vez más presente, sin embargo, la incorporación de algunos directores al proyecto de Disney ha refrescado la saga, tal es el caso de Chloé Zhao con “Eternos” y Sam Raimi con “Doctor Stange en el multiverso de la locura”, cinta que resalta por sus matices de terror y sus espectaculares movimientos de cámara. 

Luego de los acontecimientos de “Spider-Man: Sin camino a casa”, Stephen Strange (Benedict Cumberbatch) continúa con sueños y dudas sobre el funcionamiento del multiverso, pero no es hasta que aparece una niña llamada America Chavez (Xochitl Gomez), quien ha estado escapando de monstruos multiversales, que su insistencia por conocer más de esta amenaza crece. Strange, sin pretensiones de atacar a Wanda (Elizabeth Olsen) sobre sus acciones en Westview (como se vio en la serie “Wandavision”), le cuestiona acerca del llamado multiverso, sin embargo, solo para enterarse que Wanda ya no existe, pues la Bruja Escarlata ha tomado posesión y ha utilizado los poderes del Darkhold para corromper a las otras realidades.

Lo mejor de las propuestas fílmicas, sobre todo de las comerciales, es cuando existe un gran porcentaje de libertad creativa y, sin duda, este es el caso con la segunda película en solitario del Hechicero Supremo. Sam Raimi, conocido no sólo por dirigir tres películas de Spider-Man, sino por su gran afición al género de terror, tomó un toro muy bravo si se habla de apartados estéticos y narrativos, pues la expectativa con respecto a las posibilidades del multiverso, ha corrompido los deseos y apreciaciones por parte de la audiencia, o mejor dicho, de los enardecidos fanáticos.

Una cosa es clara y no se debe olvidar: es una película de Marvel. Su construcción narrativa sigue mediada por su macro universo que cinta con cinta va hilando; si bien el guion (escrito por Michael Waldron, quien creó y escribió la serie de televisión “Loki”), es un poco más complejo que otros debido a su exploración del término “multiverso” y algunas de sus posibilidades, continúa con la utilización de tropos tanto del género de romance (en la relación Stephen y Christine Palmer), como del cine de superhéroes, donde muchas de las resoluciones son simples, satisfactorias y sin muchas complicaciones, lo cual se nota en el tercer acto, con un clímax falto de potencia y credibilidad.

Por otro lado, se puede añadir que es una película de Marvel dirigida eficazmente por Sam Raimi, un autor. La forma de utilizar la cámara es arrítmica, por momentos ofrece planos genéricos, pero la mayor parte del tiempo hay una sobreexaltación de los movimientos y los encuadres que terminan por causar sensaciones inmersivas e inclusive terroríficas, las cuales se ayudan del color y el diseño de escenarios y personajes, tanto los digitales como los “reales”. El toque de Raimi también está presenta en la edición, con transiciones atípicas a negros, y en cómo construye escenas enteras basadas en la música del icónico Danny Elfman, sin nunca perder el tono y la excentricidad del personaje principal.

Reconocimiento a parte para la sinergia entre sus actores. Benedict Cumberbatch, Elizabeth Olsen, Benedict Wong, Xochitl Gomez y Rachel McAdams, tienen, cada uno, sus momentos de brillantez en pantalla. Con el paso de cada película es notorio el compromiso, aunque también su ambición por continuar la historia del personaje que interpretan. Desde la depresión hasta la búsqueda de la “felicidad”, los personajes son dotados de más complejidades que los vuelve inmediatamente más atractivos y se genera un interés por seguir conociéndolos. 

“Doctor Strange en el multiverso de la locura” es una experiencia visual sin igual. Sus dotes más poderosos recaen en el alucine de su manufactura estética. Es una cinta que refresca al universo de Marvel en dos sentidos: en su visión autoral (claro, nunca potenciada) y en la introducción de algunos personajes (y actores) claves para el futuro de esta saga.  

“Doctor Strange en el multiverso de la locura” ya está disponible en cines.