Intentando defender su indefendible decisión de elegir al actor español Javier Bardem para interpretar al actor cubanoamericano Desi Arnaz en su nueva película “Todo sobre los Ricardos” (o “Being the Ricardos” en inglés), el director y guionista Aaron Sorkin dijo que “no buscaba imitaciones físicas o vocales de los personajes”. Sin embargo, durante las escenas de flashback de la película, Sorkin utiliza tecnología de rejuvenecimiento (tipo “The Irishman”) en la cara de Bardem. Estos mediocres efectos visuales no solo hacen ver a Bardem como un espectro, sino que además son utilizados para imitar a la figura de Arnaz, invalidando la pobre excusa del director sobre el casting. Y es que “Todo sobre los Ricardos” está plagada de estas cuestionables decisiones de dirección.
Esta carnada de Oscar hollywoodense nos lleva a 1953 para presentarnos una estresante semana en las vidas de Lucille Ball (Nicole Kidman) y su esposo Desi Arnaz (Bardem), dúo actoral protagonista del popular show estadounidense “I Love Lucy”. Durante siete días, la pareja lidia con rumores de infidelidad, problemas de producción, la noticia de un embarazo y, lo más importante, las repercusiones de que Lucille ha sido acusada de pertenecer al partido comunista.
El primer problema al que se enfrenta “Todo sobre los Ricardos” es la utilización de un grupo de entrevistas tipo documental como técnica narrativa para introducirnos a la historia, marcar cambios de tiempo y proveer exposición. Además de ser barata y floja, esta herramienta es ejecutada con tremenda imprecisión, pues los talentos empleadas para encarnar a la Madelyn Pugh, Bob Carroll y Jess Oppenheimer hacen un pésimo trabajo actoral y, físicamente, son incongruentes con la edad que se supone deberían de tener. Sus escenas te sacan inmediatamente de la película.
Lucille Ball era una actriz famosa por utilizar sus expresiones faciales con gran efectividad para hacer reír. De hecho, el mismo guion hace referencia a este dato. Pero por alguna razón, el director decidió cubrir a Kidman bajo deplorables prostéticos que la acercan más a Lyn May que a la famosa Lucy, y además, restringen severamente sus movimientos faciales, erradicando así la posibilidad de una interpretación auténtica. En vez de enfocarse en evocar la esencia cómica de la icónica actriz para que podamos comprender de dónde vino su fama y por qué era tan querida, Sorkin solo se dedica a intentar recrear la estética de la época. Como resultado, tenemos un producto vacío cuyas intenciones de apelar a un público conservador y fácil de complacer son evidentes.
Bardem tiene problemas justificando la ofensiva decisión de su casting; aunque es encantador en las escenas de canto, su acento es poco convincente, sus manierismos son inflados en exceso y comparte nula química con Kidman, quien le da energía al papel, pero nunca logra crear empatía hacia su personaje
Y empatía es la palabra clave. Sorkin fracasa en establecer una razón por la cuál deberíamos de empatizar con Lucy y Desi para querer seguirlos mientras navegan por esta tumultuosa semana. ¿Deberíamos estar interesados en ellos porque son celebridades estadounidenses? ¿Por qué habría de sentirme mal por estas personas ricas? Siendo de un país en donde estas personas no son prominentemente famosas, no había motivo alguno para interesarme en sus vidas.
Sorkin intenta disfrazar esta falla con sus diálogos rápidos y concisos que seducen y entretienen a pesar de sacrificar realismo. Pero es la escritura sorkinista de siempre: material reciclado que aparenta decir más de lo que en realidad comunica. El guion de “Todo sobre los Ricardos” emplea líneas exageradas y pomposas para proveer momentos efímeros de entretenimiento que exploran desdeñosamente y con total superficialidad las dinámicas de poder, el terror hacia el comunismo y los problemas de racismo de la época. La comunicación siempre es a través de diálogos toscos y nada es dejado a la interpretación: Sorkin te dice qué pensar y qué entender. Y por si el mensaje no quedó claro, el director constantemente intenta manipular con la melodramática y poco apta música de Daniel Pemberton; el descaro aumenta durante un ridículo clímax que incluye a un grupo de personas aplaudiendo a J. Edgar Hoover.
Tampoco pasa desapercibido el hecho de que, en su guion, Sorkin se burla en dos ocasiones de las comparaciones entre españoles y latinoamericanos. Esto, aunado a sus problemáticas declaraciones de que “no se puede actuar a españoles y cubanos”, denotan una mentalidad peligrosa y egoísta que solo acentúan sus intenciones descaradas con esta película: apantallar a la crítica y votantes blancos y conservadores para ser impulsado hacia un Oscar.
Los personajes de Vivian Vance y William Frawley resultan ser más interesantes que Lucy y Desi, en parte gracias a las fuertes actuaciones de Nina Arianda (“Stan & Ollie”) y J.K. Simmons (“La guerra del mañana”) respectivamente. Vivian se encuentra en una silenciosa lucha por proteger su carrera de una industria que no perdona arrugas y kilos de más, mientras que William esconde una abrasadora amabilidad detrás de su agresiva franqueza. Hay simpatía real en estos personajes y las personas que les dan vida, pero son las pocas chispas brillantes de un filme apagado.
“Todo sobre los Ricardos” es un desfile de errores de dirección cuya existencia es cuestionable. La película intenta ser un tributo a un par de figuras amadas por el pueblo blanco estadounidense, pero Sorkin se enfoca en detalles banales sobre la vida de Ball y Arnaz olvidándose de las virtudes que los hicieron queridos. No hay intenciones por hacer interesantes a sus protagonistas ni tampoco por explorar las temáticas propuestas. Entonces, ¿qué es “Todo sobre los Ricardos”? Es un desastre cinematográfico provocado por el ego de su director y un par de fallidas actuaciones protagónicas.
“Todo sobre los Ricardos” / “Being the Ricardos” ya se encuentra disponible en Prime Video. Foto de portada cortesía de Glen Wilson/ © 2021 Amazon Content Services LLC