Después de que Robert Eggers nos regalara un brillante filme de terror que yuxtapone fe y raciocinio en “The Witch”, así como a Robert Pattinson teniendo sexo con una sirena en la enloquecedora exploración de masculinidad tóxica “The Lighthouse”, parece casi un milagro que un estudio poderoso como Universal Pictures le haya dado 90 millones de dólares para dirigir “El hombre del Norte” (The Northman), un brutal thriller de venganza vikinga que a pesar del enorme presupuesto y de haber encontrado cierta resistencia por parte del estudio, conserva el corazón independiente y la visión casi íntegra de uno de los directores más emocionantes y creativos de la industria.
Basada en la leyenda nórdica que inspiró “Hamlet” de Shakespeare, “El hombre del Norte” nos cuenta la historia de Amleth (Alexander Skarsgård), un príncipe vikingo que busca venganza por el asesinato de su padre, el rey Aurvandill (Ethan Hawke), a manos de su tío Fjölnir (Claes Bang). Amleth presenció este hecho cuando era joven (Oscar Novak) y años después, se ha convertido en un guerrero frenético y sediento de sangre, listo para cumplir con su destino: vengar a su padre y rescatar a su madre (Nicole Kidman).
Cualquier duda sobre el compromiso de Eggers por mantener su esencia queda disipada en los primeros 15 minutos cuando ves a un enloquecido Willem Dafoe saltando alrededor de un fuego ceremonial mientras Ethan Hawke y el joven Oscar Novak se arrastran y ladran como perros enfurecidos, dando pie a la visión de reyes muertos colgando del árbol familiar. Es a través de esta secuencia que Amleth aprende a acoger su salvajismo, cualidad que le servirá más tarde al emprender una misión tan simple como feral y primitiva: venganza.
Eggers va más allá de una simple interpretación histórica, pues se rodeó de consultores e historiadores para construir una atmósfera vikinga auténtica que además de recrear lugares y vestimentas de la época, también busca plasmar la moralidad y perspectiva vikinga; sus comportamientos, creencias y rituales. Y exquisitamente conectado a este aspecto histórico encontramos, como ya es costumbre en la filmografía de Eggers, un juego con elementos de fantasía que, en este caso, empatan con las creencias de los personajes relacionadas al destino, valquirias y profecías.
Y dentro de todo este mundo, gozamos memorables momentos de violencia visceral que te harán querer rugir desde tu asiento. Tenemos el sanguinario asalto a un pueblo en donde la cámara de Jarin Blaschke sigue a Amleth y su clan metódicamente arrasando con una aldea; un asombroso tracking shot le inyecta energía a esta masacre, silenciosamente plasmando la sed de sangre de los perpetradores. Y el resto de escenas de acción, desde un brutal juego de Knattleikr (una especie de rugby vikingo) hasta una pelea en lo alto de un volcán, mantienen la adrenalina a tope gracias a la implacable y precisa dirección de Eggers, quien se asegura de que sientas en tus huesos la ira detrás de cada golpe y decapitación. El palpitante score de Robin Carolan y Sebastian Gainsborough agrega una capa extra de epicidad al asunto.
Toda esta violencia va de la mano con la misión del filme de representar fielmente la cultura vikinga. El amor por la guerra, el deshonor de morir en casa lejos del campo de batalla, el dominio brutal del oponente: estos elementos forman parte intrínseca del desarrollo de Amleth, mismo que con el paso de las escenas nos hace cuestionarnos sobre la finalidad de su cruzada por extraer venganza. Estamos en un mundo en donde la vulnerabilidad masculina debe ser escondida o hasta reemplazada por odio, sentimiento que, como Eggers nos deja ver, solo cosecha más odio. Y es que, en el fondo, Amleth es un hombre forcejeando con el trauma de su niñez, pero debido a la cultura que lo moldeó, solo sabe lidiar con ello de una sola manera: violencia. Es así que cuando se le presenta la oportunidad de sanar, es incapaz de tomarla. Skarsgård (“Claroscuro”) plasma estos matices en una actuación sobresaliente: así como utiliza su imponente fisicalidad para proyectar el lado más feral de Amleth, también exhibe una ira contenida que debe moldear para engañar a su víctima.
Eggers y su coguionista, el poeta y novelista Sjón, se encargan de darle una dimensión emocional al personaje de Amleth con apoyo de la figura de Olga (Anya Taylor-Joy), una esclava que se convierte en pareja del guerrero. Sin embargo, a pesar de la buena actuación de Taylor-Joy (“El misterio de Soho”), el personaje y subtrama de Olga se quedan cortas con respecto a la del protagonista, pues su rol y por extensión el de la mujer en la cultura vikinga es explorado de manera superficial.
Aunque “El hombre del Norte” es el filme más accesible de Eggers a la fecha, nunca sacrifica visión por espectáculo barato: cada hachazo, cabezazo y alucinación tiene una razón de existir dentro de esta narrativa, dando como resultado una justificada explosión de testosterona que funge como un visceral y audiovisualmente asombroso estudio psicológico de la figura del héroe macho tóxico, así como la influencia del entorno en el mismo. Es también un motivo de celebración, pues no es fácil encontrar una película tan costosa de estudio con tanta ambición artística. Esperemos que los números de taquilla apoyen tal apuesta.
“El hombre del Norte” o “The Northman” ya se encuentra disponible en cines.