A pesar de tener una naturaleza convencional, analizar Flamin’ Hot: El sabor que cambió la historia tiene un curioso grado de complejidad. Dirigida por Eva Longoria (La Guerra Civil), esta película biográfica sobre Richard Montañez, un conserje mexicano-americano que creó los mundialmente famosos Cheetos Flamin’ Hot, tiene como objetivo recordarnos la gran importancia de los trabajadores migrantes en la economía estadounidense, un mensaje oportuno en medio del intolerante panorama político actual liderado por gente como Richard DeSantis, gobernador de Florida, y su ley antimigrante.
Sin embargo, hay un problema con el factor “biográfico”, pues la propia empresa Frito-Lay declaró que, si bien Montañez efectivamente pasó de ser conserje a un ejecutivo clave en el éxito financiero de la empresa y su apertura al mercado hispano, los Cheetos Flamin’ Hot en realidad no fueron inventados por el mexicano-americano, por lo tanto podríamos decir que gran parte de la película (adaptada de la memoria de Montañez) es una mentira. ¿Es eso suficiente para despreciar el filme? Si durante décadas Hollywood ha contado historias exageradas y cuestionables sobre héroes blancos, ¿es válido tener el equivalente latino? Ese juicio ya dependerá de cada espectador. Lo que es cierto es que si nos olvidamos de todo factor externo y nos concentramos en lo que Longoria nos está intentando contar, vale la pena destacar su mensaje sobre orgullo por las raíces, familia y migración. Pero (sí, otro pero) también hay otras ideas corporativas no tan lindas.
Algo que hace muy bien el equipo de guionistas de Lewis Colick y Linda Yvette Chávez es plasmar la lucha de Richard (Jesse Garcia) contra factores raciales sistémicos y culturales: a lo largo de toda la película, el hombre blanco lo trata como criminal, lo hace a un lado, se burla de su comida (hasta que la prueba) y lo hace sentir invisible. Y también debe enfrentar e intentar superar la mentalidad del “no valgo nada” que nos han intentado plantar en la cabeza desde siempre. El hombre blanco le dice a Richard que nunca va a ser exitoso porque es mexicano pero, y este es el punto que eleva a la película entera, el hombre desafía ese prejuicio y utiliza su mexicanidad para sobresalir. El éxito no es consecuencia de adaptarse a la “cultura” blanca, sino de obligarlos a abrir sus puertas a la cultura latina para crecer como empresa.
Flamin’ Hot: El sabor que cambió la historia cumple con el formato de crowdpleaser convencional pero eso no impide que Longoria le de un sabor especial. Hay humor, muchos coloquialismos, una narración cursi pero chicana y sin complejos a través de la cual Richard “mexicaniza” las conductas del hombre blanco y un marcado enfoque en nuestros sabores; hay una toma que, en vez de enfocarse en los personajes mientras hablan, se queda pasmada en los tacos que están comiendo (sí, tacos auténticos), como si la cámara estuviera hipnotizada. La cosa aquí es que, al plasmar todo esto, la película puede llegar a ser muy cursi; si no te gusta el humor, probablemente te hartes rápidamente del estilo de dirección de Longoria.
La familia es otro pilar de la película. Cuando Richard duda de su valía o de sus posibilidades de escalar posiciones en Frito-Lay, su esposa Judy (Annie Gonzalez) siempre está ahí para apoyarlo incondicionalmente y empujarlo a cumplir sus metas; sus hijos también lo motivan y le recuerdan que ser mexicano puede ser un “superpoder”. Gonzalez (Gentefied) es clave, pues llena la pantalla con pasión, comprensión y atrevimiento latino; su gran química con el carismático García permite creer 100% en el amor que existe en la pareja, mismo que es elemento central de algunas de las mejores escenas de la película.
A pesar de toda esta mexicanidad y esfuerzos por hablar sobre cuestiones sociales, es difícil pasar por alto el hecho de que Flamin’ Hot tiene fuertes aires de producto corporativo. ¿Y cómo no? Al fin y al cabo, esto es sobre un hombre ayudando a una empresa a ganar más dinero a través de comida chatarra, sin embargo la presentación de algunos elementos, como el CEO bondadoso (Tony Shalhoub) que le abre sus puertas a Richard y el retratar a la fábrica como un lugar fascinante, hacen que, en más de una ocasión, la película parezca en demasía un comercial de Frito-Lay.
“Nada de esto existiría si nosotros no existiéramos”, grita Richard en un discurso estereotípico pero emotivo. Y es que los aires corporativos de Flamin’ Hot: El sabor que cambió la historia se disipan porque tiene el corazón en el lugar correcto: por cada cliché hay una diálogo o escena que celebra a la cultura mexicana, a la familia, al trabajador honesto o al migrante. Y eso es lo que, esperemos, mucha gente saque de esta película. Tal vez Richard Montañez no inventó unos cheetos picantes pero sí superó obstáculos raciales, creció de conserje a ejecutivo, expandió la marca y diversificó su marketing. Y aunque el filme se tome todo tipo de libertades creativas, es refrescante ver este tipo de historias de éxito que lucha contra prejuicios y encumbra a las personas de color.
“Flamin’ Hot: El sabor que cambió la historia” ya está disponible en Disney+ y Star+.