El coming-of-age y el terror son dos géneros que se llevan muy bien ya que, como ya habrás experimentado por ti mismx, crecer puede ser una experiencia aterradora. Es por ello que la directora Céline Rouzet incluye la leyenda “Esta historia está inspirada en hechos reales” al principio de su largometraje de ficción debut, el relato vampírico For Night Will Come (En attendant la nuit).

La familia Feral acaba de mudarse a un nuevo y tranquilo vecindario cerca de las montañas. La intención es empezar de nuevo, intentar encajar y que Philémon (Mathias Legoût-Hammond), el hijo mayor, no llame mucho la atención. Pero entre las hormonas, el deseo de socializar y la sed de sangre, las cosas se complican para Philémon y por extensión para su madre Laurence (Élodie Bouchez), su padre Georges (Jean-Charles Clichet) y su adorable hermana menor (Laly Mercier).

For Night Will Come es una herramienta autobiográfica muy interesante, pues Rouzet utiliza una figura sobrenatural para abordar sus vivencias familiares juveniles y en particular la alienación que sentía su hermano mayor. Aquí, el vampiro no es una figura graciosa, erótica o aterradora, sino un símbolo de soledad y exclusión.

Por su condición Philémon no puede estar en el sol, tiene problemas controlando su deseo de sangre y es claro que no sabe cómo socializar a raíz de una vida sedentaria y del miedo de ser descubierto. A esto le agregamos la culpa que siente por hacerle la vida complicada a su familia, pues además de las mudanzas constantes y los cambios de trabajo, su madre se ve obligada a robarse bolsas de sangre (labora como enfermera) para alimentarlo. 

La pequeña Lucie (posible alter ego de Rouzet, llevado a la vida por una maravillosa Laly Mercier) es el ancla de Philémon, pues tienen una relación muy cálida y es evidente el estrecho lazo que comparten, posiblemente porque ella ha sido su gran acompañante en el aislamiento. Es por ello que cuando Philémon accidentalmente hace algo que la lastima, es como el golpe de gracia que lo derrumba emocionalmente. 

La historia utiliza numerosos clichés del coming-of-age, desde una incómoda experiencia en una sala de cine hasta el bello lago secreto en medio de la naturaleza utilizado por los jóvenes para relajarse y nadar. Sin embargo, utilizar convenciones no es malo si se usan adecuadamente, y aquí Rouzet encamina la mayoría de ellas por buen rumbo para destacar la soledad por la que atraviesa el protagonista. Por ejemplo, al no poder estar en el sol, Philémon se sienta alejado de todos mientras nadan en el lago lo cual potencializa sus sentimientos de soledad a la vez que genera desconfianza de los demás hacia él debido a su extraña conducta; el bullying es inevitable.

El guion de Rouzet y William Martin sitúa a Philémon en medio de una sociedad “ideal”: vecinos amigables con albercas y grandes jardines en donde organizan parrilladas; todo es tranquilidad y no hay preocupaciones así que cualquier detalle en el vecindario despierta la curiosidad de todos. Pero la palabra “ideal” podría ser reemplazada por “hipócrita” porque da la impresión de que en cualquier momento las sonrisas de los vecinos se podrían convertir en desdeño hacia algo que consideren diferente, en este caso Philémon. La dirección de fotografía de Maxence Lemonnier es crucial, pues retrata al vecindario como un oasis brillante, casi tan brillante como el sol que tanto lastima a nuestro protagonista.

En su debut actoral Mathias Legoût-Hammond plasma la complejidad emocional de Philémon: la alegría de estar con su familia y la valentía que surge del enamorarse en contraste con la desesperación de querer encajar y el dolor de no ser aceptado; la manera en cómo Legoût-Hammond contiene las lágrimas durante una escena en el cine te parte el corazón. Su actuación poco a poco plasma el deterioro de la salud mental del personaje, aquí manifestado a través de ráfagas de violencia vampírica.

No todas las decisiones de dirección son afortunadas, tales como un montaje en los últimos minutos o la tosquedad de ciertos guiños narrativos, por ejemplo, el nombre de la familia (“Feral”) y las referencias a películas de terror clásicas. Otro punto débil es la unidimensionalidad del personaje de Camila (Céleste Brunnquell), la única adolescente amable del vecindario e inmediato crush de Philémon. ¿Por qué Camila es diferente a los demás? ¿Por qué se siente tan atraída por él? Un par de líneas cerca del tercer acto no son suficientes para justificar el arco.

A pesar de algunos problemas, For Night Will Come funciona por la crudeza con la que Rouzet desarrolla su historia: puedes sentir la desesperación de una familia luchando por mantenerse a flote aunque ya se encuentren en un naufragio. Y esta lucha te atrapa gracias a los momentos de amor que existe entre ellos, en las conversaciones juguetonas entre hermanos o en la determinación de una madre por sacar adelante una tarea peligrosa con tal de apoyar a su hijo. Todo desemboca en un tenso, doloroso y excelentemente dirigido tercer acto en donde la fortaleza del ser humano tachado como diferente, y la de su familia, debe enfrentarse a los verdaderos monstruos de la historia: el odio y la violencia.

“For Night Will Come” tuvo su estreno mundial en la sección Orizzonti del Festival de Cine de Venecia 2023.