En la cultura latinoamericana existe una idea preconcebida llena de expectativa y prejuicios sobre lo que es ser madre. Algunas películas recientes han tratado este tema desde ángulos distintos a lo acostumbrado, mostrando sus complejidades con mucha inteligencia y originalidad, como es el caso de “El otro Tom” o “Huesera”. “Santa Bárbara”, de la directora Anaïs Pareto Onghena, aborda lo que ocurre cuando dichos prejuicios chocan con una vida ya construida, cómo la realidad de la migración se encuentra con una maternidad inesperada.

Bárbara (Anabel Castañón) es una mujer latinoamericana que lleva varios años viviendo en Barcelona: trabaja como empleada doméstica, sale con sus amigas, juega fútbol los fines de semana y tiene una novia. Le manda dinero a su madre e hijos a su país de origen, pero un día su hijo Ulises (Alberto Silva) tiene que ir a vivir con ella, lo cual la hace modificar su estilo de vida.

“Santa Bárbara” es una película llena de sutilezas, en la cual la directora y guionista construye los conflictos de forma callada pero efectiva; por ejemplo, cuando Bárbara se entera de la llegada de su hijo, cambia su cabello suelto por una cola de caballo, las blusas holgadas por suéteres de cuello de tortuga y con semblante frío termina con su novia al instante. Las palabras nunca son más que las estrictamente necesarias, pero una mirada lo dice todo.

Anabel Castañón es una revelación: su transformación autoasumida de mujer relajada a madre seria y responsable es tajante, pero gracias a sus expresiones podemos ver la lucha interna del personaje, los rezagos de toda una vida construida desesperada por salir. Pareto usa los silencios con efectividad para dejar a su actriz comunicar a través del lenguaje corporal su impotencia, incomodidad y profundo cariño por un hijo al cual desconoce totalmente.

Es acompañada por Alberto Silva, cuyo resentimiento y confusión hacen que empaticemos con él, y nos muestra la distancia entre madre e hijo pese a que estén en el mismo cuarto. Este pudo haber sido un personaje odioso o desesperante con un tratamiento menos pulido, pero acá la directora y el actor nos ponen también en los zapatos de Ulises, quien se ve en un lugar desconocido con una madre a la cual realmente no le tiene confianza.

La sexualidad de Bárbara y los prejuicios contra ésta también son tratados con respeto y sin melodrama; se integra muy bien al conflicto central y en ningún momento hace falta caer en el sufrimiento extremo. La decisión de la protagonista de ocultarle su orientación sexual a Ulises se convierte en otra capa con la cual asume un papel contrario a quien realmente es. En un momento en que Ulises se niega a ser atendido en un consultorio con su madre presente, resulta irónico que ella se enoje, pues hay mucho que ella tampoco le dice o le muestra de su personalidad.

Con fuertes actuaciones y una dirección precisa, “Santa Bárbara” nos presenta temas importantes sobre los nuevos modelos familiares producidos a partir de la migración. Su guion empático nos ofrece personajes interesantes a los cuales siempre nos invita a entender. La maternidad tiene muchas caras, y Anaïs Pareto Onghena nos presenta una de ellas con mucho cariño y comprensión.

“Santa Bárbara” formó parte de la Selección Oficial del Festival Internacional de Cine de Morelia 2022.