“Somos adictos a lo que nos destruye” dijo alguna vez el escritor ruso y uno de los más aclamados de la literatura Fiódor Dostoyevski. Sin embargo, la culpa y la obsesión también trazan su propio camino hacia la destrucción, tal y como lo demuestra el cineasta británico David Yates en su nueva obra El Negocio del Dolor (o Pain Hustlers).
Inspirada en hechos reales, la historia sigue a Liza Drake (Emily Blunt), una madre soltera y desempleada que debe lidiar con los problemas de salud de su hija, pero su vida cambia cuando conoce a Pete Brenner (Chris Evans), el representante comercial de una farmacéutica. Sin embargo, el acelerado crecimiento de Liza dentro de la compañía trae consecuencias que la obligan a buscar alternativas para evitar caer en el camino de la negligencia.
Esta película busca visibilizar el escándalo de opioides — medicamentos utilizados para reducir el dolor — que iniciaron con un propósito médico hasta que las farmacéuticas comenzaron a sobornar a médicos para que recetaran su medicamento altamente adictivo. A pesar de que la cinta contiene elementos ficticios, la historia está inspirada en el artículo de The New York Times del periodista Evan Hughes y en su libro The Hard Sell: Crime and Punishment at an Opioid Startup, por lo que resulta complicado mantener su importancia dramática debido a la sustitución de las personas reales por la mezcla de figuras fraudulentas.
Cabe mencionar que la estructura de la trama de El Negocio del Dolor entra en conflicto con Liza Drake, un personaje ficticio que es utilizado para crear empatía y justificar las acciones de la perpetradora, aunque eso nunca debería ocurrir cuando los pacientes fueron los verdaderos perjudicados. Esto de tratar de victimizar a la culpable queda muy visible en la dirección de David Yates (Fantastic Beasts and Where to Find Them), quien pudo haber concebido una idea enfocada hacia los afectados para simpatizar con la audiencia.
Por otra parte, el director sí cuenta con elementos técnicos que podemos destacar, como el proceso para enganchar al público a través de las entrevistas que se van presentando en fragmentos filmados en blanco y negro, además del ritmo rápido que toma la película para generar ansiedad en el espectador. Asimismo, el uso de los fotogramas congelados con la voz en off es algo que nos hace recordar a lo que hizo Adam McKay en The Big Short.
El director de fotografía George Richmond, quien vuelve a trabajar con Yates, le da un toque frenético a la historia: contundencia, ritmo y caos. Hay una secuencia absorbente durante el tercer acto en donde Richmond utiliza el primer plano para capturar la evolución de la expresión facial de Liza, quien pasa de tener una sonrisa dominante a un gesto desconcertado, mientras observa el evento donde los trabajadores se reúnen para celebrar el éxito de la empresa.
La brillante actuación de Emily Blunt (Oppenheimer) es lo que le da luz a esta construcción artificial de la estafadora del dolor. Su habilidad para camuflarse a través de distintas facetas nos deja ver la evolución que tiene su personaje a lo largo de tres actos: desde sus inicios como una mujer inocente llena de sueños y esperanzas, hasta su empoderamiento que la lleva a tener una catarsis. Si Yates no hubiese convertido al personaje de Blunt en un mártir hacia el final de la película, el resultado de Liza Drake habría sido óptimo gracias a su interpretación.
Por otro lado, su pareja estelar Chris Evans (Ghosted) también demuestra astucia al momento de interpretar al obsesivo Pete Brenner, que con sus diálogos y su distintiva expresión corporal, refleja al arquetipo de un ser despreciable que está dispuesto a dañar a otros con tal de ascender en un mundo tan desalmado como lo es la industria farmacéutica. Desde un inicio nos hace dudar con su papel de vendedor moralmente cuestionable y poco a poco nos va enseñando de lo qué es capaz de hacer con tal de llegar a la cima.
Habrá que darle la mención honorífica a Andy García (Expend4bles), quien parece haber recuperado su esencia actoral con este autoritario personaje conocido como el Dr. Neel. Su gran interpretación como el incosiderado jefe de la farmacéutica se vuelve admirable debido a la construcción detallada y progresiva que hay en su personalidad maníaca.
El Negocio del Dolor es un drama criminal entretenido, pero no tan eficaz como su premisa prometía pues tiene problemas relatando las oscuras prácticas que hay en las grandes compañías farmacéuticas. Con un formato atractivo, David Yates nos lleva a un mundo en donde el poder y la soberbia se adueñan de la medicina. El dolor desaparece, pero ¿a qué costo?
“El Negocio del Dolor” o “Pain Hustlers” ya se encuentra disponible en Netflix.