Hace dos décadas, antes de que, gracias a Parasite, Bong Joon-ho se convirtiera en una superestrella internacional de la dirección, querido por el público, el internet y los votantes de la Academia por igual, era solo un autor luchador y hambriento de la nueva ola de cine coreano. 

Los comienzos de este director nos llevan a recordar una de sus primeras grandes obras que es Memories of Murder (살인의 추억), thriller que vio la luz hace veinte años y que, tras revisitarlo, me estremeció incluso más que la primera vez que lo vi.

La historia se basa en una serie de violaciones y asesinatos que ocurrieron fuera de Seúl a finales de la década de los ochenta. Gran parte de su guion toma prestado la obra de teatro de Kim Kwang-rim que lleva el mismo nombre y a la cual Bong Joon-ho ayudó a adaptar. 

El caso tuvo notoriedad en Corea del Sur como una ola de crímenes que la nación no estaba acostumbrada a experimentar debido a sus modestas tasas de criminalidad. Fue el primer evento de este tipo en su memoria nacional y resultó traumático para la cultura popular. 

Mezcla astuta de incomodidad y horror

La película nos sitúa en el año de 1986. Todo inicia con un niño atrapando saltamontes, pero su atención es captada rápidamente por el sonido lejano de un tractor. En la parte trasera del tractor, un hombre indistinto fuma un cigarrillo y trata de ahuyentar a varios niños que los persiguen gritando “¡Coche chatarra!”. El tractor se detiene en una zanja de desagüe y el hombre se inclina para mirar dentro. 

A medida que la cámara retrocede, vemos lo que él ve: un cuerpo femenino desnudo, atado y cubierto de insectos que comienza a descomponerse. El escalofriante contraste del entorno tranquilo y del cuerpo en descomposición crea el ambiente para toda la película. 

Seguimos a este hombre, nuestro personaje principal, el detective Park Doo-man (Song Kang-Ho), quien regresa a la estación de policías, mientras somos testigos de su endeble investigación para atrapar al asesino. 

Hasta aquí Memories of Murder juega con la risa y la incomodidad desde el principio, algo que nos va a acompañar durante casi todo la película. Y es que cuando el detective descubre el cadáver, también tiene que gritarle a un grupo de niños que, sin saberlo, juegan con la evidencia, mientras que otro niño repite sus palabras y movimientos como un loro.

​​La transición entre la risa y el malestar, incluso la culpa, es un vaivén de emociones que llevan a nuestro protagonista a querer cerrar el caso lo más rápido posible, muestra de ello es arrestar a un chico del pueblo que padece retraso mental y, quien supuestamente seguía a la víctima.

Detectives salvajes

Park, junto con su impulsivo y violento compañero, el detective Young-koo (Kim Roi-ha), deciden torturar al arrestado para extraer una confesión manipulada y exhibir al “asesino” frente al pueblo y a las cámaras; todo esto para recrear el crimen. Pero el padre del acusado interrumpe la exhibición de tontos y revela las mentiras de la policía al público, quienes no se ven sorprendidos. La mala ejecución del procedimiento ocasiona que todo se detenga.

En este punto, y sin tener claro cómo poder resolver el caso, el departamento decide traer desde Seúl al detective Seo Tae-yoon (Kim Sang-kyung). 

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A medida que avanza la investigación y a pesar de la llegada del nuevo elemento, los tres policías se siguen topando con callejones sin salida y pistas falsas, mientras el asesino continúa cobrando más víctimas. La búsqueda desgasta a los detectives, y aunque utilizan las herramientas que creen que funcionan mejor (brutalidad, ofuscación, ciencia), ninguno puede acercarse a identificar al verdadero culpable.

Por su parte, Seo Tae-yoon es tranquilo, competente y profesional; se hace a un lado mientras observa los métodos de Doo-man, a menudo fuma un cigarrillo e investiga algunos documentos en segundo plano. Hace algunos avances en el caso, lo que enfurece a Doo-man, cuya autoridad y habilidad están siendo degradadas en el proceso. 

El espectador esperaría que Tae-yoon sea el héroe que salve el día, eventualmente resolviendo el crimen y haciéndose amigo de Doo-man. Sin embargo, éste no es el caso. Y si no has visto Memories of Murder tendrás que descubrir su final.

Una pieza de época

En Memories of Murder, Bong Joon-ho juega con las expectativas que las audiencias de las películas de Hollywood suelen tener. Por ejemplo, en una escena Doo-man le explica a su jefe que tiene un “ojo de chamán” y que, al mirar fotos de sospechosos, instintivamente sabrá quién es el asesino. Esta es una noción de que los detectives tienen cierta habilidad sobrehumana, como el mito de Sherlock Holmes, que naturalmente les permite resolver el crimen. Sin embargo, no tiene ningún poder especial, solo algunas percepciones ocasionales.

El director nos regala una dirección sublime y centrada, principalmente al retratar los hechos con la mayor precisión posible. Igualmente excelente es la representación de la antítesis entre los bobos locales y los “intelectuales” de Seúl, misma que se presenta con un humor intenso, pero sin privar a la película de su seriedad. 

A través de estos aspectos Bong realiza un comentario sobre el concepto de perdón y la capacidad de las personas para dejar ir. El hecho de que el oficial Tae Yoon no parezca capaz de olvidar el caso es lo que lo destruye, como se muestra elocuentemente en una de las escenas finales, años después de los asesinatos.

Por otro lado, se aprecia la decisión de acentuar el estado de ánimo sombrío de la película manteniendo una paleta carente de saturación de colores. Aunque a lo largo de la película colores como el rojo, verde y azul están presentes, la desaturación de estos mantiene una composición plana que no permite que el espectador desvíe su atención de lo importante. Solo las escenas de apertura y cierre, ambientadas entre los campos de arroz, tienen alta saturación, por lo que se pueden apreciar los tonos dorados. Se sabe que para sumarse a la atmósfera lúgubre de la historia, el director y sus colaboradores esperaban los días nublados para filmar las tomas exteriores.

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Bong también retrata a las autoridades en tonos oscuros y grises, que los hace camuflarse con su entorno (por ejemplo, con las paredes del tipo búnker donde interrogaban) y que los representa como funcionarios de un sistema violento y deshumanizador; las ansiedades políticas de la Corea del Sur militarizada y autoritaria de la década de 1980 son una presencia aguda que se percibe. 

Asimismo, la dirección de fotografía de Kim Hyung-ku es espectacular, nos entrega imágenes de rara belleza de la vida cotidiana en la Corea rural de la época. Kim es quien logra los retratos llenos de detalles intensos para establecer el ambiente en los distintos lugares de la cinta. Desde el campo en la escena inicial hasta la sala de interrogatorios, el bosque, el túnel y la escena nocturna donde los tres detectives terminan espiando a un posible asesino, todo está filmado a la perfección, ya que la cinefotografía es parte de la narrativa.

Y qué decir de la edición, que ayuda tanto como la música de fondo, que pasa de hermosa a triste y llena de suspenso. Una de mis partes favoritas de una película es el score musical, y me encantaría tener esta en mi colección, ¡especialmente esa inolvidable música de apertura!

Al final, Park y Young son legítimamente malos en su trabajo. Trabajan más para obtener confesiones falsas que para recopilar pruebas. Para ellos hacer justicia significa lograr que un sospechoso encaje en una narrativa, mientras que Seo cree que la evidencia creará una narrativa que concluirá con la captura del asesino. Pero todos están equivocados. El mundo es un caos y la narrativa puede brindar consuelo a los vivos, pero no puede brindar justicia a los muertos. La película es una representación de una memoria nacional de traumas históricos que nos muestra que perdonar y dejarlo ir no es fácil ni definitivo.

Memories of Murder es una cinta ampliamente recomendable en su idioma original; presenta una gran dirección, guión, actuación y fotografía, y un caso muy interesante con trasfondo sociopolítico, que da como resultado una obra maestra de su director, del género y del cine coreano.