Uno de los factores importantes para el éxito de la franquicia de John Wick ha sido la continuidad del director Chad Stahelski, pues ha hecho que cada película se supere a nivel técnico, sin nunca perder el carisma y el alma de sus personajes principales, lo cual también se ha traducido en atractivas ganancias económicas. “John Wick 4” llega a la cúspide de la franquicia por su acción frenética, su estilizada fotografía y la potencia de su espectáculo visual, y además reafirma que el cine de acción, cuando es propositivo, es un gran deleite.

John Wick (Keanu Reeves) está a punto de enfrentarse a la Alta Mesa, el consejo de criminales que controla desde los Hoteles Continental hasta los más despiadados asesinos y tiene presencia en todo el mundo, pero antes debe combatir a muerte contra el Marqués de Gramont (Bill Skarsgård), miembro importante y poderoso de la organización. Esta es la trama principal de esta cuarta entrega, sin embargo, los guionistas Michael Finch y Shay Hatten continúan complejizando el universo al incorporar interesantes subtramas con más personajes y facciones.

¿Qué le falta a Keanu Reeves y a su John Wick para convertirse en un referente del cine de acción contemporáneo? Después de esta película, es más que claro que tanto Reeves como Wick, firman su lugar dentro de la historia del género junto a coetáneos como Tom Cruise y su Ethan Hunt y a Matt Damon y su Jason Bourne. Reeves contribuye a resignificar el estereotipo del héroe de acción, pues luce un físico discreto y personalidad ecuánime, sobria y elegante, al mero estilo del Agente 47 o James Bond. El trabajo actoral de Reeves continúa siendo sobresaliente.

Con cada entrega de John Wick, el director Stahelski ha demostrado su interés genuino por ofrecerle al espectador un entretenimiento voraz y feroz, donde no hay momentos de tregua ni descanso. Stahelski no se enfoca en tener numerosas secuencias de acción, sino en la calidad que estas puedan tener; desde una pelea en medio del tráfico en pleno Arco del Triunfo, hasta una batalla campal en los interminables escalones de la Basílica del Sagrado Corazón, cada una posee portentoso dinamismo con grados de inmersión incalculables gracias al sobresaliente equipo de stunts, a los bien manufacturados efectos visuales y prácticos y a la cuidada fotografía de Dan Laustsen (“El callejón de las almas perdidas”).

Si bien el aspecto técnico está en otra categoría, lo que merma del completo disfrute es la ambición del apartado narrativo, pues al parecer el director y los guionistas no sólo elevaron a la cuarta potencia la acción, sino también las subtramas. Cada una logra funcionar por sí sola y se complementan eficazmente al final, sin embargo, carecen de profundidad e interés y a la postre provoca confusión y cansancio. Uno de los altibajos más grandes que tiene la franquicia es el poco desarrollo de sus personajes secundarios, en especial de los antagonistas y aquí no es la excepción, debido a que Bill Skarsgård (“Bárbaro”) entrega a un villano bidimensional y patético en sus aspiraciones y acciones.

“John Wick 4” es frenética, asfixiante (en el buen sentido de la palabra) y demuestra con extraordinaria calidad técnica y su compleja construcción narrativa, que el cine de acción es más que un género inverosímil y superficial, adjetivos despectivos dados por un sector de la cinefilia. 

“John Wick 4” ya está disponible en cines. Foto de portada cortesía de Murray Close/Lionsgate.