Cacería en Venecia (A Haunting in Venice), la más reciente película del director y actor Kenneth Branagh (Belfast), se siente distinta a las anteriores aventuras del famoso detective creado por Agatha Christie: desde sus primeros minutos la cinta nos muestra la arquitectura de la ciudad de Venecia a través de provocadores planos holandeses, para terminar en un jumpscare y un primerísimo primer plano de la penetrante mirada azulada de Hercule Poirot (Branagh). Todo esto es una pequeña pizca de la magnífica dirección de Branagh, quien toma prestados los mecanismos del cine de terror más clásico para construir un whodunit fresco.

Cacería en Venecia nos presenta a un Hercule Poirot que se ha retirado y descansa tranquilamente en una casa a las orillas de los canales de Venecia. Su apacible exilio es interrumpido la tarde de Halloween cuando su amiga, la escritora Ariadne Oliver (Tina Fey), lo obliga a acompañarlo a una sesión espiritista para desacreditar a una médium (Michelle Yeoh) en una antigua casa supuestamente acechada por fantasmas. Las cosas, sin embargo, no salen como estaban planeadas: después de un espantoso asesinato, todos los asistentes a la sesión deben permanecer encerrados hasta descubrir quién de todos ellos es el culpable.

El guion de Michael Green (Muerte en el Nilo) va construyendo la trama como si se tratase de una película de terror ambientada en una casa embrujada. Constantemente nos da detalles y guiños sobrenaturales para ponernos a tono con la atmósfera que buscan construir. De igual manera, contrario a las cintas anteriores, no brinca de personaje en personaje durante el primer acto: en su lugar decide concentrarse en Poirot y su conflicto interno sobre la muerte, para después explorar a cada sospechoso durante la investigación detectivesca. 

Cómo ya es costumbre en estas películas, el reparto está formado por un desfile de rostros conocidos: Michelle Yeoh (Everything Everywhere All At Once), Tina Fey (Soul), Ricardo Scamarcio (John Wick Chapter 2), Kelly Reilly (Sherlock Holmes), Kyle Allen (Rosalina), Camille Cottin (House of Gucci) y Jamie Dornan (Belfast) conforman el elenco de sospechosos que el detective Hercule Poirot debe ir descartando uno por uno. Todos hacen un gran trabajo y entran con facilidad en el tono sobrenatural de la cinta; sin embargo, quien más destaca es Dornan como el doctor Ferrier, un hombre atormentado con un síndrome de estrés postraumático luego de sus experiencias durante la Segunda Guerra Mundial.

Por su parte, Kenneth Branagh entrega su mejor versión de Hercule Poirot al sacarlo de su zona de confort y colocarlo en una situación donde no tiene el control. Aquí el detective se muestra errático, nervioso, constantemente presenta ataques de ansiedad y llega a dudar de su juicio y las explicaciones racionales. Branagh emplea todos sus recursos como actor y se divierte interpretando una faceta distinta del conocido personaje, transmitiendo todas sus emociones a través de las miradas y movimientos sutiles.

Lo mejor de Cacería en Venecia es su puesta en escena que toma prestados los elementos que conforman una película de terror y los utiliza para darle un soplo de aire fresco a un género bastante conocido. La fotografía de Haris Zambarloukos (Cenicienta) utiliza encuadres y planos que recuerdan a cintas clásicas de terror como The Haunting o The Old Dark House, pero también hace uso de planos secuencia o el punto de vista en primera persona para potenciar los jumpscares; la música de Hildur Guðnadóttir (Tár) mantiene en constante tensión al espectador pues, junto con el sonido, termina de completar la atmósfera de horror sobrenatural. También es interesante cómo Branagh decide filmar en locaciones reales y sets en lugar de recurrir a escenarios creados con pantalla verde, esto beneficia mucho a la película: le da una sensación de realismo que no estaba presente en las entregas anteriores.

Desgraciadamente, no todo puede ser perfecto. La película revela de forma apresurada la identidad del asesino en una secuencia bastante estática, propia de la literatura de misterio pero que definitivamente no funciona en el cine. Esto puede llegar a confundir a la audiencia, pues Poirot solamente lanza en una serie de diálogos todas las respuestas y en esta ocasión no es tan sencillo seguir el hilo de pensamiento del detective; además, el clímax queda interrumpido, pues la confrontación final se resuelve con un deus ex machina bastante conveniente.

Cacería en Venecia es la entrega más interesante, oscura y entretenida de la trilogía dirigida por Kenneth Branagh, quien profundiza más en la psicología de su personaje protagónico al sacarlo de la típica historia de detectives y colocarlo al frente de un filme de horror con fantasmas, sesiones espiritistas y asesinatos. El despliegue técnico por parte del crew de la película es impresionante y logra crear una atmósfera opresiva y aterradora. No se trata de una película perfecta, falla en la resolución de sus conflictos, pero la mezcla de géneros orquestada por Branagh y Green sobresale entre muchas otras propuestas recientes del género.

“Cacería en Venecia” ya está disponible en cines.