La carrera al Oscar de Mejor Dirección 2023 todavía está en pañales y hay pocos contendientes con un lugar seguro en el quinteto de nominaciones, en particular porque estamos hablando de una de las categorías más originales y atrevidas de la Academia, por lo menos en relación a la barra tan baja que ponen sus hermanas. Y este año, los directores y directoras tienen la oportunidad de continuar haciendo historia y de paso mandar un mensaje al resto de la organización y a la industria en general.

La rama de dirección es conocida por nominar opciones interesantes, frescas y merecedoras que precursores y otras ramas de la Academia ignoraron cruelmente. Ya son cuatro años consecutivos que la categoría de Mejor Dirección en los premios Oscar tiene a directores de una película de habla ajena al inglés: Alfonso Cuarón (“Roma”) y Paweł Pawlikowski (“Cold War”) en 2018, Bong Joon-Ho (“Parasite”) en 2019, Thomas Vinterberg (“Another Round”) en 2020 y Ryusuke Hamaguchi (“Drive My Car”) en 2021. 

Previo al 2019, sin embargo, las cosas no fueron así pues tenemos que irnos hasta el 2007 para encontrar al director de una obra no-anglosajona nominado: Julian Schnabel por “The Diving Bell and the Butterfly”. El hecho de que recientemente se esté dando una apertura más constante al cine internacional es una buena señal de que las cosas efectivamente están cambiando en la Academia. 

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“Another Round”

Y es que, tal y como reportó Indiewire hace algunas semanas, la jefatura de la Academia —encabezada por el nuevo CEO Bill Kramer— está intentando expandir esta apertura hacia el cine internacional en los premios Oscar. Existen esfuerzos por conectar con los miembros extranjeros de la Academia y con apoyo de la nueva vicepresidenta de ‘Member Relations and Awards’ (relaciones con los miembros de la Academia) se planea reestructurar las reglas de la categoría de Mejor Película Internacional.

Todos los años existe cierta polémica alrededor de la categoría internacional, pues naciones de habla inglesa, como Nigeria, no pueden mandar una película a competir porque la regla de elegibilidad más importante dicta que la cinta debe estar hablada en un idioma ajeno al inglés en por lo menos el 50% de su metraje (ya en esta carrera la Academia rechazó la primera selección de Bulgaria por no cumplir esta regla).

También existen dos grandes problemáticas con respecto a las películas internacionales que compiten en los Oscar. La primera gira en torno a cómo los procesos de selección locales sacan de la carrera a películas meritorias por cuestiones políticas. Un ejemplo obvio es China, cuyo comité de selección para el Oscar Internacional año tras año elige propaganda gubernamental: el país no está intentando elegir a la mejor película de su país sino a una que encumbre al Estado. Casos similares hemos visto recientemente en Brasil con la exclusión de “Bacurau” o, por supuesto, Irán, en donde cualquier película que sea una crítica al régimen es automáticamente ignorada; claro, aquí este problema no ha sido tan notorio gracias a la desbordante calidad cinematográfica del país: “Sun Children”, “A Hero” y ahora “World War III” son ejemplos de esto.

Como segunda problemática tenemos a la estrecha visión de tanto Academia como industria y medios que ha provocado que películas no-seleccionadas por sus respectivos países tengan dificultades haciendo ruido en la carrera. Por ejemplo, la cinta brasileña “7 Prisioneros” no fue la elección oficial del país (la magnífica “Deserto Particular” le ganó el lugar) e inmediatamente se desvaneció de cualquier conversación y Netflix ni siquiera hizo el intento por impulsarla. Con la suficiente visibilidad, esa cinta podría haber contendido en guionismo, actuación o hasta dirección. 

Muchas veces este problema reside en la poca preparación o hasta curiosidad de los propios medios que ni siquiera intentan ver más allá de las selecciones. Este año tenemos un gran ejemplo: cuando India seleccionó a la preciosa “Last Film Show” en vez de “RRR”, película épica exitosísima y con amplia visibilidad en EE. UU., los medios inmediatamente ignoraron a “Last Film Show” (que irónicamente podría ser contendiente a Mejor Película con toda facilidad gracias a su irresistible narrativa sobre amor al séptimo arte) como contendiente al Oscar a Mejor Película Internacional y además procedieron a decir que las posibilidades de Oscar de “RRR” habían llegado a su fin. ¿Por qué? Si la película está generando tanta efusividad por todo el mundo, ¿por qué excluirla de tal manera? Los medios deberían romper ese ciclo y más bien empujar a “RRR” para que llegue a categorías como Mejor Actor, Edición, Efectos Visuales, Fotografía, Dirección y, por supuesto, Película. El amor de las audiencias y la crítica está ahí para lograrlo. El hecho de que una película internacional no sea seleccionada por su país no tiene por qué representar el fin de su temporada.

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Bhavin Rabari en “The Last Film Show” | Fotografía por Navjot Singh

Afortunadamente ya tenemos algunos precedentes de éxito, claro, solo cuando de autores se trata. El año pasado “Madres paralelas”, del ya ganador del Oscar Pedro Almodóvar, no fue seleccionada por España pero igual fue nominada a Mejor Actriz. Algo similar ocurrió en 2002 cuando España seleccionó “Los lunes al sol” de Fernando León de Aranoa en vez de “Hable con ella” de Almodóvar; a pesar de que no concursó en la carrera al Oscar Internacional de ese año, la Academia nominó a Almodóvar a Mejor Dirección y Guion Original (y ganó este último).

Y todo esto, ¿qué tiene que ver con el Oscar a Mejor Dirección? En 2023, la rama de dirección de la Academia tiene la oportunidad de solucionar estas dos problemáticas y reforzar la noción de que cualquier película internacional puede llegar lejos en la carrera sin importar que no sea contendiente al Oscar de Mejor Película Internacional 2023. Nominar a S. S. Rajamouli por la ya mencionada “RRR” es una gran manera de lograrlo, pero también existe otra opción claramente merecedora.

En julio de este año, el gran cineasta iraní Jafar Panahi fue detenido y sentenciado a seis años de prisión por dirigir películas que el régimen iraní considera “propaganda contra el Estado”. Panahi, quien a lo largo de su carrera ha ganado prestigiosos premios como el León de Oro (Venecia), el Leopardo de Oro (Locarno) y el Oso de Oro (Berlinale), ya había sido arrestado en 2010 por criticar al sistema. Obtuvo libertad condicional tras dos meses de estar en la cárcel, pero se le prohibió salir del país y seguir haciendo películas. Sin embargo, Panahi aprovechó numerosos tecnicismos para desafiar al gobierno y hacer galardonadas películas como “Taxi Teherán” y “This Is Not a Film”, esta última tuvo que ser contrabandeada fuera de Irán a través de una USB escondida en un pastel.

Y a pesar de su reciente detención, “No Bears”, la más reciente obra de Panahi, logró salir del país y estrenarse en el Festival de Cine de Venecia 2022, en donde recibió una lluvia de elogios, fue la mejor calificada por la crítica de todas las películas en competencia y obtuvo el Premio Especial del Jurado. 

“No Bears” narra dos romances paralelos que son frustrados por diversos obstáculos y “mecánicas del poder”. Hace unos días, Sideshow y Janus Films adquirieron la película para distribución en Estados Unidos y además de un estreno en cines, ya están planeando una campaña de premios. Es importante recalcar que Janus Films viene de ayudar a “Drive My Car”, película meditativa de 3 horas que hace un par de años difícilmente hubiera sido siquiera notada por la Academia, a obtener cuatro históricas nominaciones, incluyendo Mejor Película y Dirección. 

Obviamente, “No Bears” no fue seleccionada por Irán como su representante para el Oscar (la selección fue la extraordinaria “World War III”) pero eso no tendría por qué detener las aspiraciones de Janus y Sideshow. Si los premios de la crítica logran darle la suficiente visibilidad, la película podría aparecer en el radar de votantes de la Academia y es aquí cuando la rama de dirección podría no solo hacer a un lado viejas nociones de nominación, sino además reconocer a un gran cineasta, a una gran película y aterrizar una crítica contra el régimen iraní. Esto, por supuesto, no solo es en torno a la encarcelación de Panahi, sino a las múltiples violaciones de derechos humanos en el país, mismas que se han exacerbado ante los ojos del mundo a raíz de las protestas derivadas del asesinato de la joven de 22 años Mahsa Amini a manos de la policía militar tras ser arrestada por violar el código de vestimenta del país. 

Falta mucho para la entrega de los Oscar 2023, no sabemos cómo vaya a evolucionar el conflicto social en Irán y por supuesto que una nominación difícilmente solucionará algo, pero el caso de Panahi y la forma en la que opera la Academia me hizo recordar el poder que tienen los premios Oscar para visibilizar historias de todo el mundo. Y en este caso, una nominación a “No Bears” iría más allá de las estadísticas y el amor al cine internacional: significaría esparcir un importantísimo mensaje de protesta a nuevas audiencias. Tal vez esa semilla germine en algo más grande o simplemente permita crear una concientización alrededor del tema. Como sea, visibilizar estructuras sociales es uno de los aspectos sociales más valiosos del séptimo arte y qué mejor momento para ejercer esto para intentar hacer una diferencia que la plataforma más grande que tiene la industria.